V. Caehl Rhouddás: Desde muy temprana edad fue marcado por una profecía vinculante al dios Nébulah [ν], que auguraba el inicio del período de gran tribulación de esa realidad, conocido como: "El Llamado de Firmeza", justo cuando presenció la masacre de toda su familia a manos de una cruel horda de mercenarios sedientos de sangre, Caehl despertó un extraño poder oculto que desató la furia de los cielos con una terrible lluvia de relámpagos encadenados que aniquilaron a toda la banda de rufianes, ante la atónita mirada de una patrulla de caballeros del trueno que arribaban al lugar de la matanza, en ese instante.
Debido a la naturaleza extraordinaria de aquel suceso, fue adoptado por Sylvannos Glaudryel, "Gran Maestro de los Caballeros del Trueno", en donde recibió el entrenamiento de un guerrero sagrado hasta alcanzar a convertirse en uno más de la orden, a pesar de poseer el don del liderazgo por naturaleza, siempre fue de carácter muy humilde y frecuentemente le recordaba a sus superiores lo poco que le agradaba la idea de comandar misiones y de en cierto modo, gobernar, razón que lo lleva a rechazar ser "La Mano del Gran Maestro" para unirse a la patrulla de exploradores y viajar por todos los rincones del continente, su contagioso espíritu aventurero lleno de vivacidad y buenas vibraciones hizo que sus compañeros le dieran el cariñoso apodo de "El Caballero Errante".
Para el momento de la celebración del bicentenario de vida del Gran Maestro, una inesperada tragedia ensombrecería aquella celebración, cambiando el rumbo de la historia de Caehl y sus amigos, bajo misteriosas circunstancias el cadáver de Sylvannos Glaudryel es descubierto en una aparente vendetta perpetrada por "Sectarios de la Aguja del Averno", el sequito de adoradores de la diosa portadora de la emoción oscura conocida como Ytligh [Ψ].
Finalmente, tras una difícil ronda de votaciones, Caehl Rhouddás es elegido como sucesor de Sylvannos al cargo de Gran Maestro, coincidiendo en fechas con el final del tiempo de gracia de 1.000 años que según la tradición mística de la orden debía seguir al temido "Llamado de Firmeza" hacia "La Cruzada del Valor", custodiando a "La Niña Prometida" hasta el "Santuario de los Eternos", una peligrosa peregrinación que definiría el destino de aquella tormentosa realidad, para continuar por cientos de años más o desaparecer del universo definitivamente.